domingo, enero 21, 2007

Tercer argumento



dios no es infinitamente bueno: el infierno lo atestigua
por Sebastián Faure, En Doce pruebas de la no existencia de dios

El Dios Gobernador o Providencia, es y debe ser infinitamente bueno, infinitamente misericordioso. La existencia del infierno prueba, sin embargo, que no lo es.Seguid de cerca mi razonamiento: Dios podía, puesto que era libre, no éramos, pero nos ha creado.Dios podía, puesto que es todopoderoso, crearnos buenos; pero ha creado buenos y malos.Dios podía, puesto que es bueno, admitimos a todos en su Paraíso ¡después de nuestra muerte, contentándose como castigo con el tiempo de sufrimientos y de tribulaciones que pasamos en la tierra.Dios podía, en fin, puesto que es justo, no admitir en su Paraíso a los malos, negándole el acceso, mas antes debiera destruirlos totalmente a su muerte y no condenarlos a los sufrimientos del infierno.Porque quien puede crear, puede destruir; quien tiene poder para dar la vida, lo tiene para destruirla, para aniquilarla.

Veamos: vosotros no sois dioses. Vosotros no sois infinitamente justos, ni infinitamente misericordiosos.Pero tengo la absoluta seguridad, sin que por esto os atribuya Cualidades que quizá no poseéis, que si estuviera en poder vuestro, sin que esto os exigiera un gran esfuerzo, sin que resultara para vosotros ningún perjuicio moral ni material: si en poder vuestro estuviera, repito, dentro de las condiciones indicadas, el evitar a un ser humano una lágrima, un dolor, un sufrimiento, afirmo que lo haríais sin titubeos, sin vacilaciones. ¡Y sin embargo no sois ni infinitamente buenos, ni infinitamente misericordiosos!

¿Seríais vosotros mejores, más misericordiosos que el Dios de los cristianos?

Porque, en fin, el infierno existe. La Iglesia lo enseña; es la horrible visión con ayuda de la cual se siembra el espanto en los niños, en los viejos y entre los pobres de espíritu y temerosos; es el espectro que se instala en la cabecera de los moribundos a la hora en que la muerte les arrebata todo su valor, toda su energía y toda su lucidez.

¡Y bien! El Dios de los cristianos, que dicen es de piedad, de perdón, de indulgencia, de bondad y de misericordia, arroja una parte de sus hijos -para siempre- en un antro de torturas, las más crueles, y de suplicios, los más horrendos.

¡Cómo es bueno! ¡Cómo es misericordioso!

Conoceréis sin duda estas palabras de las Escrituras: «Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos». Estas palabras significan, sin abusar de su valor, que ínfimo será el número de los salvos y considerable el de los condenados. Esta afirmación es de una crudeza tan monstruosa, que se ha procurado darle otro significado.Poco importa: el infierno existe y es evidente que los condenados -muchos o pocos- sufrirán los más dolorosos tormentos.

Preguntamos ahora nosotros: ¿a quién pueden beneficiar los tormentos de los condenados?¿Acaso a los elegidos? ¡Efectivamente, no! Por definición, los elegidos serán los justos, los virtuosos, los fraternales, los simpatizantes, y sería absurdo suponer que su felicidad, ya incomparable, pudiera ser acrecentada con el espectáculo de sus hermanos torturados. ¿Será, pues, a los condenados mismos? Tampoco, puesto que la Iglesia afirma que el suplicio de esos desgraciados no acabara jamás, y que por los siglos de los siglos sus sufrimientos serán tan horripilantes como el primer día.

¿Entonces...? Entonces, aparte de los elegidos y de los condenados, sólo existe Dios.
¿Es, pues, Dios quien obtendrá beneficios de los sufrimientos de los condenados?
¿Es, pues, Él, ese padre infinitamente bueno, infinitamente misericordioso, quien se regocijara sádicamente con los dolores a que voluntariamente ha condenado a sus hijos?¡Ah! Si esto es así, este Dios me parece un feroz inquisidor, el más implacable que se pueda imaginar.El infierno prueba que Dios no es bueno ni misericordioso.La existencia de un Dios de bondad es incompatible con la existencia del infierno.O bien el infierno no existe, o bien Dios no es infinitamente bueno.