lunes, marzo 05, 2007

¿Dónde está el payaso?, por Vero Bonafina

¿Dónde está el payaso?

- ¡Muuy buenas noches! Antes que nada quiero pedirles que por favor hagan lugar así pueden acomodarse los que están en la puerta. Por favor. Sí, sí, usted. Siéntese allá. Señorita, acá, por favor. A ver... Sí, ustedes caballeros, ¿quiénes si no?. Vengan para acá, por favor.

- ¡Dale!

- “Dale” qué. ¿A vos qué te pasa? (Lejos, se oye alguien que aplaude). Yo no sé por qué aplauden si el espectáculo aún no ha comenzado. Bueh. Los que están adelante, por favor, levántense de sus asientos. Les quiero pedir si tienen la amabilidad de cedérselos a los que están parados. Vamos. ¿Qué esperan?. Sí, usted también señora. “Por qué”, me pregunta. Mire, acá no hacemos excepciones. ¿No les da vergüenza preguntar “por qué”, eh? Y vos nene, callate. La gente que está ahí parada está cansada, y ustedes hace más de media hora que están lo más campantes ahí, descansando, como si esto fuera un spa de Barrio norte. Esta gente está cansada, ¡por favor!. ¡Qué falta de solidaridad!.

- ¡Qué empiece de una vez!

- Señora, ¿no le ha enseñado a su hijo que a los mayores hay que respetarlos?. ¿No? Bueno. (risas) Veamos. Todos los que se encuentran atrás, por favor, vengan acá conmigo. Ustedes siéntense atrás. Señora, ¡usted se queja de todo!. ¿No era que no quería estar parada?. Vos nene, ¡no! Vení acá, a ver ...¿Quiénes eran lo que estaban sentados adelante? Bien. Les ruego, por favor y sin hacer barullo, tomar los lugares de atrás, ¿entendido? Gracias. Ustedes esperen acá. ¿Listo? Bueno, ahora sí. Vengan, por favor. Hagan una fila. (risas cómplices) No se miren entre ustedes, mírenme a mí y síganme, por favor. Bien. Ubíquense por ahí. Sí, delante de los primeros asientos. Ya sé querido que no hay lugar para sentarse. Si no te gusta, andáte.

- ¡Vamos, que empiece de una vez!

- Cuanto más rápido se acomoden, más rápido vamos a empezar. ¿De qué se ríen? ¿Eh? No te escucho. ¿Qué? ¡Mira, no sé lo que me decís. Si querés gritá. ¡Ah! Qué no ves. ¿Viste qué feo?. Ahora sí lo entendés, ¿no? Claro, es así. ¿No te parece un poco injusto qué toda esta gente que estuvo más de treinta minutos sentada atrás sin ver nada no tenga la posibilidad de ver un ratito?. ¿Eh? ¿No te parece? ¡Contestáme! Bueno, no te grito. Mirá. La señora está embarazada. Ah, ¿no? Bueno, perdón. La señora está gordita, se cansa con más facilidad, y no se queja. Ya sé que está parada, pero peor es no tener nada. ¡No te rías! Un poco de respeto con la señora. Bueno, ¿están bien? ¿Están conformes? No escucho.

- ¡Síí!.

- Lo que yo quiero saber es si todos están conformes, así que por favor levanten la mano los que están conformes que los voy a contar.

- “Mirá, lo único que nos importa es que empiece el espectáculo porque para eso vinimos”

- Creo que te entiendo, pero sabés no es fácil estar acá para mí. Yo tuve que trabajar mucho... y me pagan, no se mi me entendés. Tengo que cumplir. Pero bueno, mejor no pensemos en esas cosas ahora. Porque lo que todos estaban esperando, el sueño de sus vidas, tal vez, este a punto de realizarse. Y eso me hace acordar a un amigo que...

- ¡Queremos que venga el payaso!”

- Cállelo señora. Que conocí por ahí, no sé si vale la pena que lo nombre acá...me compromete, pero bueno, un amigo que me dijo: “Yo no sé porque la gente dice que le gustan los payasos”. Mi amigo tiene la teoría de que a los payasos no les gusta la gente, entonces, no puede entender porque la gente siempre anda insistiendo “dónde está el payaso, qué venga el payaso” y todo eso... Es más, tiene la teoría de que los payasos son... lo tengo que decir despacito porque me compromete, son malos. Son así, dice mi amigo, porque la gente se ríe de ellos; se ríe de ellos y de todo lo que hacen.

- Es que son graciosos los payasos.

- No linda, si mi amigo dice que los payasos son como ya te dije, ¡son como ya te dije! Por favor, déjenme terminar. Entonces, los payasos, como están hartos de que la gente se ría, hacen cosas malas para ver si alguna vez los toman en serio, los respetan, y ya no les da más ganas de reírse.

- Yo una vez vi un payaso que era bueno.

- Ahh (se burla) Y a mi, qué me importa. Lo que pasa es que vos sos chiquito, pero cuando seas grande fijáte, vas a ver que no son como vos decís...

- Pero uno que yo vi...

- Sí, sí. Está bien. Pero no sería un payaso, era otra cosa.

- ¡No!

- Sí, era otra cosa. Entonces, mi ami-

- ¡No, no sabés nada vos!

- ¡¿Cómo?! (levantando una ceja sola).

- No.

- ¿No qué?.

- ¡No sabés nada vos!

- A ver, a ver. Vení para acá. Paráte acá así la gente te mira y se ríe de vos. Decíme,..

- ¡No!

- Pero che, que negativo que sos. Vení, vení. Acercáte un poco más. Decíme tu nombre.

- Aputíntolo (risas cómplices)

- ¿Cómo?

- Aputíntolo.

- ¿Aputínsolo?.

- ¡¡No!!, ¡Aputíntolo!.

- Bueno, Aputínsolo, decíme dónde esta tu mamá. Señora qué nombre raro le puso a su hijo.

- “Agustín” (lejos desde el público)

- ¡Ah! Agustín solo.

- Decíme Aputíntolo, ¿cómo son los payasos esos que vos conocés? ¡Aputín!

- ¿Qué?

- ¡Contáme! ¿cómo son los payasos esos que vos viste?.

- Una vez- mi papá- fue- lejos - y -después- venía...”

- Ah! Pero mira qué lindo. Escúchame, Aputíntolo, no me hagas quedar mal ante el público. Decime, ¡¿cómo son los payasos que vos conoces?!

- Malos.

- Muuy bien Aputíntolo. (Risas y aplausos)

- Shhh. Andá, ¡No te vayas Aputín! Si me dejás seguir, podés quedarte acá conmigo. Sigo. Resulta, dice mi amigo, que los payasos hacen cosas para que la gente no se ría y la gente insiste en reírse. Entonces, dice mi amigo que al final los payasos no sirven para nada, que la gente se ríe porque quiere o por otra cosa.

- Pero los nenes nooo!

- Sííí, las nenas y también los nenes se ríen de otra cosa, de un chiste que se acordaron. Un día, me dijo mi amigo que antes era payaso, que a él le empezó a dar risa en el medio del espectáculo. Y se empezó a reír y a reír, y la gente también se reía a carcajadas y él se reía de la gente riéndose de no sé qué cosa. (risas) Shh. Pensó que al final la gente se reía del payaso riéndose de ellos, pero que entonces, en realidad a él le daba lástima que se rieran de él riéndose de ellos, que al final ellos eran unos copiones. Y si eran unos copiones, pensó mi amigo que le daba lástima la gente. Y si alguien tiene lástima hay que llorar, dice mi amigo, y todos tienen que llorar. Entonces un día, mi amigo que era payaso, se puso a llorar. Y aun así, la gente seguía riéndose. “Y eso que lloraba mucho”, me dijo.

- Lloran de mentiiira

- ¡Pero mi amigo lloraba de verdad!.

- ¿Por qué lloraba?

- Porque se había dado cuenta de que la gente no se reía porque eran copiones ni nada de eso. Lloraba, me dijo, porque nadie se conmovía. Entonces, pensó en la posibilidad de que los payasos estuvieran cansados de hacer reír a la gente, y que quizás quisieran alguna vez conmover. (Que también se dice llorar). Pero como nadie lloró ni se conmovió, abandonó su trabajo de payaso y parece que se va a dedicar a otra cosa. Pero me mandó a decirles que ahí termino la historia, que disculpen las molestias y que me permitan sea yo quien dé por terminado el espectáculo. Muchísimas gracias.