viernes, septiembre 28, 2007

Sociología, literatura, estética


por Leonardo Sabbatella


Suele creerse de forma acotada y reduccionista que la sociología de la literatura se encarga de la correspondencia entre la vida del hombre (no necesariamente del autor) y la obra literaria para poder explicarla y comprenderla. Pero la sociología de la literatura tiene un espacio para moverse que es mayor. Lo que nos permite es entender la disputa hacia dentro del campo literario que se debe recortar y centralizar.

Suele criticarse que la obra sin la consideración del autor está incompleta. La obra solo está incompleta en tanto nadie la lea, nadie la perciba, el tercer tiempo al que hacia alusión Paul Ricoeur. El autor no es una variable, ni es un argumento para la valoración de una obra literaria. En este sentido es interesante ver la correspondencia que hay entre lo pensado por Borges y lo pensado por Foucault: ambos borran al autor. En principio Borges cree en un espíritu de la literatura que es trascendental a los autores (Flor de Coleridge). En tanto para Foucault el autor no es otra cosa que la encarnación de cierto individualismo y defensa de la propiedad. Podríamos afirmar que la obra de Borges supera a sus vicisitudes personales. La obra de Borges, como la de otros, sobrepasa y rompe con las condiciones en que fue ejecutada. Es decir, la materialidad de la obra es la que se preciará y no otra cosa. Lejos de querer hacer una defensa miope de la semiótica, la cual tiene sus limitaciones como cualquier otra disciplina, se rescata el valor por la superficie artística de forma exclusiva.

Podemos hacer un primer acercamiento a la sociología de la literatura en los términos anteriores adaptando un ejemplo de P. Bourdieu: “El arte de hablar, de hablar bien, de hacer figuras de lenguaje o de pensamiento, de manipular el lenguaje, de dominarlo, no vale nada sin el arte de utilizar oportunamente este arte”. Es trasladable a que el conocimiento de las reglas literarias y de escritura no son en sí mismas útiles o efectivas sino que hay un marco, una ventana de oportunidad para desarrollarlas. Podemos entender a esta oportunidad espacial y temporalmente. Dentro y fuera de la obra. La figura retórica que queramos construir implica la recepción de esa figura, y si no se contempla quiénes la van a leer puede ser estéril. Las estrategias narrativas necesitan de una capacidad de poder ser apreciadas y se juega con textos previos que ya se conozcan y sirvan como vías de acceso a lo que pretendemos realizar. Hay momentos dentro de la obra donde introducir una manera de decir en la cual aporte al texto. El sentido de oportunidad es muchas veces inadvertido. Es siempre contemplado aunque no se lo piense ni programe. Un claro ejemplo es el de las novelas policiales donde hay un ordenamiento de la información que se va a dar, cuándo y cuánta. Es parte de la utilización de la ventana de oportunidad. Se está diciendo que la sociología de la literatura nos dota de un contexto micro para interpretar la construcción de un texto (...) Esperando a Godot, número 15