miércoles, agosto 27, 2008

Doble discurso y estilo en Operación Masacre de Rodolfo Walsh

Buisán, Andrés

El objeto del presente trabajo es el ya clásico libro de Rodolfo Walsh, Operación masacre. Muchísimas son las lecturas sobre dicho texto y brillantes críticos lo han abordado. Frente a esta angustiosa y desafiante situación, se propone, una vez más, realizar una crítica tratando de entablar un diálogo con aquellas, teniendo en cuenta las hipótesis ya propuestas, y con la pretensión de, según el caso, discutirlas o utilizarlas como sustento argumentativo. Nos alienta la esperanza de encontrar, a pesar de todo, una nueva lectura de esta maravillosa obra.

En primer lugar, es preciso aclarar que se trabajó con la edición de Ediciones de la Flor. De acuerdo con el artículo de Bárbara Crespo, esta edición es la reproducción de la décimoprimera que dicha editorial publicó en 1984 como edición aumentada (1). Se van a considerar en la argumentación los cambios que Walsh realizó en las distintas reediciones. Se toma como referencia para este tema el artículo de Bárbara Crespo (2), ya que no se cotejaron las fuentes.
Ana María Amar Sanchez considera a Operación masacre, ¿Quién mató a Rosendo? y Caso Satanowsky textos de no-ficción. Ella distingue “dos elementos que definen la no-ficción: lo real – documentado – y lo narrativo – su ficcionalización (3). Estos dos elementos constitutivos del género abren dos dimensiones del texto que llamaremos: dimensión objetiva por un lado, y dimensión “ficcional” por otro. Es decir, una dimensión lógica que tiene su fundamento en la veracidad de los enunciados y que se organiza en torna a un tipo particular de enunciación; y una dimensión ficcional que toma como material esos hechos y los organiza en función de otros géneros e intereses. En el texto, como dice Ana María Amar Sanchez respecto de los dos elementos que menciona, ambos niveles confluyen (4).

A partir de esta doble dimensión se aborda el texto. El objetivo es indagar sobre la relación entre estos dos niveles y establecer qué tipo de significación tiene dicha relación y cómo se articula con la construcción estilística del texto. Luego se confrontarán las conclusiones que de este análisis se desprendan con la hipótesis que sostiene Ricardo Piglia en la conferencia “Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades)”, pronunciada en el año 2000, en La Habana; a saber, que “la eficacia estilística de Walsh avanza en esa dirección: aludir, condensar, decir lo máximo con la menor cantidad de palabras”. Como hipótesis de trabajo se propone: los dos niveles mantienen una relación tensa debido a que cada uno selecciona estrategias que remiten a construcciones opuestas.

Es crucial para pensar la idea de una reconstrucción de los hechos, la categoría de representación. Martín Kohan analiza esta categoría en la poética de Walsh y Saer comparando dos “novelas” de estos autores a partir de un diálogo textual dado por el momento de publicación y la problemática política que ambas obras consideran, a saber, el sindicalismo. Los textos son Cicatrices de Saer y ¿Quién mató a Rosendo? de Walsh. Martín Kohan concluye que Walsh “necesita ratificar toda certeza en lo que hace a la representación en el discurso”(5). Esto quiere decir que para Walsh la representación, volver a presentar por medio del lenguaje un hecho, es posible o al menos es necesario creer en esta posibilidad. A diferencia de Saer para quien la representación es imposible. Esta “creencia en la representación” es el fundamento del pacto con el lector: este debe creer en esta posibilidad y debe leer el texto desde ella. Para que este pacto de lectura no se rompa, se deben cumplir determinadas pautas. Una de ellas es la ausencia de marcas del narrador. Se deben presentar los hechos “despojados”, crudos, tal como sucedieron. En esta dirección operan la mayoría de las modificaciones que Walsh fue haciendo en las sucesivas ediciones. Dice Bárbara Crespo: “Puede decirse que a través de las ediciones hay más vocablos y giros compositivos eliminados que añadidos. En general se trata de marcas estilísticas evaluativas” (6). Se pretende, entonces, borrar las marcas subjetivas para presentar los hechos como “verdaderamente ocurrieron”. Como dice la autora, el ejemplo más significativo es la eliminación del apartado 23 (la invocación que remite al Facundo de Sarmiento) de la primera edición a partir de la tercera.

A este “despojamiento” que B. Crespo llama también concentración, se suman la documentación y las distintas marcas de modalidad que remiten a distintos grados de certeza. Trabajar con documentos enfatiza el grado de objetividad. Por ejemplo, en la tercera parte, “La evidencia”, se trabaja con la “confesión de Fernández Suarez” y con “el expediente Livraga” y también a lo largo del texto se menciona el registro radiofónico que le permite al narrador precisar la hora en que se anunció la ley marcial. Si bien las marcas de modalidad son rasgos de subjetividad que se oponen al discurso “objetivo”, se las considera en función de éste ya que marcan el grado de certeza de lo que se dice. Esto quiere decir que se presenta al lector lo que “realmente sucedió” y que, en caso contrario, se le especificarán las dudas: “No hay testigos de lo que hablan. Sólo podemos formular conjeturas” (7).

En la primera parte predominan dos géneros que también acentúan la veracidad del texto. Como lo señalaron Gloria Pampillon y Marta Urtasun, los géneros que aparecen son el retrato y la biografía (8). Dos géneros que tienen una fuerte carga referencial: caracterizan una persona concreta y su vida. En esta parte aparecen muchos datos geográficos (se pueden ubicar las distintas casas) y económicos (la pertenencia social de las personas) que construyen una descripción sociológica de los personajes (9). Los títulos de los capítulos de la segunda parte del texto, “Los hechos”, tienen una fuerte carga referencial y objetiva: son, en su mayoría, citas, palabras dichas por las personas que intervienen en los hechos. Esto indica al lector un tipo de lectura y enfatiza la “objetividad” cuando esa frase aparece citada, en estilo directo, en el desarrollo del capítulo.

En conclusión, la mencionada concepción del lenguaje en torno a la categoría de representación, las estrategias también dichas (el trabajo con documentos, la recurrencia a géneros como el retrato y la biografía, la descripción sociológica y el estilo directo) y el “pulido” del texto que realiza Walsh para las reediciones, definen la dimensión lógica, y dan al texto una fuerte carga referencial y “objetiva” que confirma la veracidad de los hechos.

La dimensión “ficcional” está definida y caracterizada por otros recursos. Estos se pueden agrupar en dos categorías que se diferencian y que a su vez se complementan constituyendo y definiendo el mencionado nivel. Una de estas es el discurso autosuficiente que se opone al discurso referencial. Como se dijo, en la primera parte hay una fuerte carga “social” que nos remite, en tanto lectores, a un “afuera” del texto, a la “realidad exterior”. Sin embargo, en los “retratos” se dan muchos detalles que re-aparecerán en las siguientes páginas. Es decir, detalles que están en función de la narración. En esta dirección hay que entender la idea de un discurso autosuficiente, en el sentido de un discurso que remite a sí mismo y no a una realidad exterior. Por ejemplo, se dice de Giunta que “posee cierta ‘psicología’ práctica que en oportunidades le permite adivinar deseos e intenciones de sus clientes”. Luego, este rasgo característico de su persona re-aparecerá cuando Cuello lo reconoce y le pregunta si él estaba en la casa: “Giunta comprende en un relámpago que le está pidiendo que diga que no” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 36 y 87 respectivamente). Otro ejemplo es el caso de Troxler y su conducta “serena” (ver pág. 71 y 107). Tal vez la descripción de Fernández Suárez sea paradigmática. Esta se repite en tres ocasiones y no siempre se indica el nombre. El lector adivina de quién se trata por la descripción. Además de caracterizar a las personas en función del texto, también se describen los espacios en este sentido (10). Se apela así a un discurso autorreferencial en el que lector no tiene que pensar en una referencia externa sino buscar una relación interna al texto (11). Esto hace que el texto sea recurrente, vuelva sobre sí, ya que se legitima en la relación textual y no en un referente que le sirve de fundamento. Este procedimiento en función textual es utilizado por Sarmiento en el Facundo cuando caracteriza los cuatro tipos de gauchos. Esta tipología cobrará sentido cuando a lo largo del texto aparezcan distintos personajes y se los clasifique de acuerdo con ella. Por otro lado, pareciera que hay una reminiscencia borgeana en la presentación de Diaz: dos instantáneas que condensan una vida (en Borges, podrían definir un destino). En este sentido, se puede decir que el texto es autosuficiente o que, en todo caso, remite a la literatura pero no a un referente social.

Las anticipaciones del narrador se colocan entre la autorreferencialidad y la subjetividad (la segunda categoría de la dimensión ficcional). Estas en general son interrupciones del narrador que además de anticipar una acción, la juzga. A la vez que refieren al desenlace de los hechos, le dan al texto una acentuación dramática. Dramatismo que se va a manifestar por medio de otras estrategias del narrador. Por ejemplo, el suspenso. Este recurso, propio del policial, al igual que la digresión, expande el texto al suspender las acciones y dilata los acontecimientos, los hace durar al retrasar el desenlace. En el capítulo “El fin del viaje” el narrador primero plantea varias preguntas y luego se detiene en el intercambio de miradas entre Troxler y el vigilante y el roce entre ellos. Y luego “fulmina”: “El camión se ha detenido. - ¡Bajen seis!” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág 93) (12). Las anticipaciones, además de introducir un matiz dramático y de juzgar los hechos también expanden la narración. Por eje. : “A Benavídez va a sucederle algo increíble, algo que aún ubicado en esa noche de singulares aventuras y experiencias, parece arrancado de una exuberante novela. Pero ya volveremos sobre ello” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 71); “Y allí aguardaba, nerviosamente, la noticia que no llegaría a escuchar” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 43)
Hay marcas de modalidad que operan en esta dimensión y que también funcionan expandiendo el texto, al introducir una duda que luego se resolverá en una evidencia (13). En conclusión, la autorreferencialidad y su consecuente recurrencia textual, las anticipaciones y evaluaciones, el suspenso y la digresión son estrategias desplegadas por el narrador que retrasan las acciones y expanden el texto. Estas estrategias definen la dimensión “ficcional”.

En relación con la hipótesis que sostiene Piglia se puede decir que: el texto condensa, dice lo máximo con la menor cantidad de palabras, cuando no alude, es decir, cuando presenta los hechos de forma “despojada”, neutral, sin estilo, objetivamente. Y por otro lado, se puede decir que el texto alcanza su eficacia estilística cuando se vuelve sobre sí, cuando el narrador despliega palabras, suspende los hechos y busca persuadir por medio del dramatismo que introduce en la dilatación de los acontecimientos. Se puede ver, entonces, la tensión que hay en la relación entre los dos niveles: por un lado, en un nivel, se despliegan estrategias para “condensar” la narración, para mostrar los hechos de forma objetiva, y por otro lado, y en el otro nivel, se despliegan estrategias que retrasan las acciones, que pliegan al texto sobre sí. Por esto, se afirma que los dos niveles mantienen una relación tensa debido a que cada uno selecciona estrategias que remiten a dos formas opuestas de construir y concebir el discurso. Esta tensión, creemos, refleja a su vez el doble carácter del texto, entre literario y periodístico.

NOTAS:
1 - Es lamentable, pero el libro no posee el año ni el número de edición. De acuerdo con lo que se dice en el artículo, se deduce que corresponde a la edición aumentada mencionada en el cuerpo principal.
2 - Crespo, Bárbara, “Operación masacre: el relato que sigue” en Filología, año XXVII, 1-2, 1994.
3 - Amar Sanchez, Ana María, “El sueño eterno de justicia” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000, pág. 214
4 - Para el análisis, se extiende la definición de la autora. Los dos elementos que ella menciona no se toman de la misma manera ya que ella diferencia y contrapone el género no-ficción al periodístico. Se parte de la distinción que da la autor de los dos elementos que confluyen en el género (real / ficcionalización) y se extiende esta diferenciación a dos dimensiones que coexisten. Se habla de dimensiones y no de género porque se cree que no sólo hay estrategias que las distinguen sino que subyacen, incluso, dos concepciones de lenguaje distintas, como se tratará de demostrar.
5 - Kohan, Martín, “Saer, Walsh: una discusión política en la literatura” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000, pág. 128.
6 - Crespo, Bárbara op cit pág. 225.
7 - Walsh, Rodolfo, Operación masacre, Bs. As. Ediciones de la Flor, pág. 30.
8 - Pampillo, Gloria y Urtasun, Marta, “Operación masacre y las estrategias de persuasión” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000, pág. 171 y 172.
9 - “El habitante medio es un hombre de treinta a cuarenta años que tiene su propia casa, con un jardín que cultiva en sus momentos de ocio, y que aún no ha terminado de pagar el crédito bancario que le permitió adquirirla. Vive con su familia no muy numerosa y trabaja en Buenos Aires como empleado de comercio o como obrero especializado. Se lleva bien con los vecinos y propone o acepta iniciativas para el bien común. Practica deportes –por lo general el fútbol-, conversa los temas habituales de la política, y bajo cualquier gobierno protesta sin exaltarse contra el alza de la vida y de los transportes imposibles” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 32). Cita extensa pero en la que se puede ver claramente la descripción sociológica; semejante a la descripción del realismo decimonónico.
10 - Cuando se describe el pasillo se dice: “Conviene retener el detalle; tiene cierta importancia”
11 - Se puede pensar en el prólogo a Variaciones en rojo en el cual se “desafía” al lector a resolver los crímenes a partir de elementos textuales.
12 - Otro ejemplo es cuando se espera el tiro de gracia (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 100 y 101).
13 - Juego entre lo que “parece que sucede” y lo que realmente sucede: “Parece que ya no los van a mover de aquí esta noche” Y más adelante “Una cosa es ya evidente: no piensan soltarlos” (Walsh, Rodolfo, op cit. pág. 84).


Bibliografía citada

¨ Amar Sanchez, Ana María, “El sueño eterno de justicia” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000.

¨ Crespo, Bárbara, “Operación masacre: el relato que sigue” en Filología, año XXVII, 1-2, 1994.

¨ Kohan, Martín, “Saer, Walsh: una discusión política en la literatura” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000.

¨ Piglia, Ricardo “Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades)”, La Habana, 2000.

¨ Pampillo, Gloria y Urtasun, Marta, “Operación masacre y las estrategias de persuasión” en Lafforgue, Jorge (comp.) Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Bs. As. Alianza, 2000.

¨ Walsh, Rodolfo, Operación masacre, Bs. As. Ediciones de la Flor