miércoles, agosto 13, 2008

Generación Nubeluz y la Quetrófila



Por Rodolfo García

¿Qué es La Quetrófila? Nadie lo sabe bien. De hecho sus fundadoras, tampoco lo tienen claro. Valeria Tentoni, Marian Lutzky y Ximena Venturini se contentan con explicar que por lo menos es ‘la’ y no ‘él’, el nombre de la revista independiente trimestral que lanzaron en diciembre de 2007, y que vinieron a presentar la semana pasada al encuentro En Medio de la Cordillera, organizado por los poetas chilenos Víctor López, David Bustos y Ángel Valdebenito, en el Observatorio de Lastarria.

Este grupo de tres estudiantes universitarias de la provincia de Buenos Aires abrió un concurso en su blog para que el público decida qué significa este neologismo. Para que se atrevan a equivocarse, a decidirlo. Para que se abran a jugar con las palabras, como ellas mismas lo hacen a diario para crear mundos, sensaciones e historias que van entramando al ritmo de la escritura. Valeria, Marian y Ximena escriben como respiran y se perfilan como la nueva promesa de la narrativa argentina. Ser mujeres y escritoras no es signo de frivolidad para ellas –como podría serlo para la autora de Sex and The City–, y están dispuestas a demostrarlo a través de versos y cuentos que difunden en su revista y en los distintos blogs que participan.

La Quetrófila se edita a 500 copias blanco y negro con una estética indie flagrante, y se distribuye en quioscos y circuitos de lectura y difusión, como la Feria del Libro Independiente de Buenos Aires. Sus creadoras, además de ser rigurosas con los artículos de su autoría que publican, escogen con pinzas las colaboraciones, como los textos inéditos de escritores como Daniel Link, redactor de Página 12, y Federico Levin.

Ximena Venturini trabajó tres años en la Fundación Borges y estudia Literatura junto a Marian Lutzky, quien dicta talleres de incentivo a la lectura para niños. Al equipo de redactoras –completado por Laura Lattanzi, que se encuentra becada en España– se suma la estudiante de Derecho Valeria Tentoni, que es la directora, además de la ilustradora Mariana Sabattini y la diseñadora María Bianco. Ninguna sobrepasa los 26 años. Con una vitalidad digna de su juventud, ellas financian su publicación a punta de fiestas en centros culturales bonaerenses y, últimamente, con el auspicio del Periódico Nexo de Bahía Blanca.

Indie femenino

Las quetrófilas se mueven con desplante en un mundo esencialmente masculino, dominado por revistas independientes como Esperando a Godot. ¿El secreto? Una pauta que incluye temáticas fuertes con la que lograron atraer la atención de la prensa cultural trasandina, que las incluyó dentro de la narrativa joven con el apodo de ‘Generación Nubeluz’.

En vez de dedicarse a actividades donde la mujer tiene un espacio más reconocido, como pintar o ser cantantes, Valeria, Marian y Ximena decidieron fundar un movimiento literario basado en las distintas realidades que ellas van experimentando día a día, y ponerlo en marcha a partir de la autogestión. “No encontramos un lugar en la cultura conservadora que se ubica en las librerías. No nos ponen en la vitrina, por eso preferimos los circuitos under“, cuenta Marian. “Y hay toda una movida independiente en Buenos Aires, en la que nos entusiasma a participar”, agrega Valeria.

Tras los pasos de las poetisas Alejandra Pizarnik y Alfonsina Storni, este grupo tiene sed de expresar su propia visión del mundo. Valeria explica: “La sensualidad en poesía, me parece un elemento interesante de manipular en el exceso. Correr siempre el margen; intentar, una mayor fidelidad de la experiencia sensual real, que siempre es y existe en lo inenarrable, desprovista de lógicas. Por eso me es más atractiva en poesía que en prosa. Abusar del límite, conociendo de antemano la derrota. Ser terca en esta voluntad de aprehensión de lo inefable. Por eso digo que soy una gran estúpida, una perseguidora eterna de la palabra, siempre en desventaja”.
En La Quetrófila, lo femenino aparece descarnado, inquieta, molesta. En este texto, Tentoni aleja cualquier sentimiento y cuestiona lo masculino: “Y ahora, voy a soñar pensando en clavarte/una cuchilla enorme como el zaguán en el que me llamaste/Valeria/Me llamaste Valeria/Como si de mí fuesen a salir petalitos/¿con qué derecho repetías mi nombre?”.

Heroína en Lastarria

En la lectura que realizó en el Observatorio de Lastarria, Valeria Tentoni terminó con la voz quebrada. Leyó su historia ‘La Proyección del desastre’, en la que narra la decisión de Julia y su novio de interrumpir su embarazo, y su camino al médico. “Lloraron en silencio. Marcos tomó el abrigo y la cubrió. La abrazó y caminaron juntos hacia la puerta, con paso arrastrado, como si anduvieran descalzos y el suelo no fuesen baldosas sino muérdagos, espinas, y no les alcanzara con este horror, no era suficiente este dolor. Es que imaginaban menos terrenal el infierno. El viento cerró la puerta por ellos, con bestialidad”.

De las tres quetrófilas, ella es la única que no estudia Letras, sino Derecho, y que viene del sur y no de Buenos Aires. Sus textos son una explosión de imágenes en un juego constante con las palabras y se pueden leer en su blog Working Class Heroine y en Cuidado con esa silla, que mantiene junto a Marian. Con un estilo franco y espontáneo, Valeria se libera y metaboliza sus vivencias con una profunda femineidad. “Me das náuseas idiota,/ jamás me dio algo más náusea que ésta./Arcadas tengo,/me desvencijaste./Arruinaste lo que me restaba de insomnio”, escribe en Declaración Pública de Odios. Este poema termina con un humor refrescante frente al conflicto hombre-mujer: “Al que no me miró en el cine, no me miraste, idiota./Al apático./Al común,/ sobretodo al común, aunque reconozco, era el más amable./Al infeliz, feliz de serlo./¡A mí, muchachos, a mí!”.

-¿Narras lo que vives?
Soy una gran observadora, es uno de mis pasatiempos preferidos. Quisiera verlo todo, vivirlo todo, para contarlo. Me gusta inventar personajes desde la experiencia, pero siempre agregarle exageraciones o reservas. Entonces todo funciona como una conjunción: la vivencia como disparador y la imaginación como herramienta des-ordenadora.

-¿Cuánto te expones?
Creo que la poesía, por lo menos en mí, tiene dos espacios: uno público y uno privado. El público, claro, es el escrito, el impreso, el declarado. El privado prefiero no develarlo. Reviso mucho las palabras que escribo, y son ésas, y no otras, las que quiero verdaderamente decir. El resto, me lo reservo. De algún modo, el poeta ya dice demasiado cuando escribe; ya está corriéndose del límite de lo privado; ya hay una desnudez, una exposición insolente, un atrevimiento. Reclamarle más palabra a la palabra sería, por caso, una torpeza.
-¿Quiénes te inspiran?
Las lecturas que me han marcado son varias. En principio, las lecturas de textos infantiles cuando era chica, mi madre me leía todas las noches. Eso generó en mí un disfrute total de la literatura, para mi era (y es) un momento de ocio feliz. Luego, mi padre me invitó a un mundo compuesto por cuatro maestros; Borges, Bioy Casares, Poe y Kafka, sus preferidos. Más tarde, Marian y Ximena me presentaron otros tantos. Hoy en día me valgo de sus consejos y de mi intuición para leer. Asisto al taller de Alberto Laiseca, a quien reconozco como mi gran maestro. Entre todos, disfruto mucho de Balzac, de Maupassant, Dostoievski, Akutagawa, Kurahashi. Y argentinos me gustan mucho Macedonio, Arlt, Marechal, Filloy, Cortázar, Puig, Mujica Láinez, eso en narrativa. En poesía adoro a Girondo, Orozco, Pizarnik, Perlongher, Gelman también. ¡Por suerte me queda muchísimo por leer todavía!